jueves, 6 de agosto de 2009

Sexo Real


Faltaba la "t", pero el pobre Ramón recién se dio cuenta cuando colocó la lapida en la tierra removida: pensó en hacer una nueva pero la pintura era escasa y tenía dos trabajos más antes que consiguiera una lata nueva.
Como el occiso tenia pocos parientes en el lugar, porque los restantes 7 hermanos Real estaban en Buenos Aires, solo el mayor obviamente llamado primero que era corto de vista y tenia 89 años, venia muy poco al visitar las tumbas de sus seres queridos.
A su lado Tatono y Recelo se disputaban una mandíbula que habían rescatado del osario y no dejaban que Terranova se concentrara en las letras.
Para evitar mas errores el cuidador gritó a los perros y sacó un fémur de bolsillo, que revoleo a 30 metros para que fueran a buscarlo y lo dejaran tranquilo.
Los días eran muy rutinarios y salvo el entierro de alguien importante, no se juntaban más de 20 personas por día en el cementerio.
Ramón, que siempre buscaba un horizonte aunque lo tenia a la vista abriendo el portón de entrada, pensó en la angustiosa relación de los vivos con los muertos. En los que se hacían los vivos y no venían nunca, como en los que se hacían los muertos y tampoco aportaban ni una flor en las tumbas que prolijamente barría con una escoba mojada.
En un original intento por revertir tal situación y tomando en cuenta que muchas veces llamaba a la cantina de Don Jacobo para que le trajeran un poco de vino se le ocurrió hacer el delivery de cuerpos.
Pasó la noche dibujando y pensando, hasta que la idea estuvo terminada y se las mostró a los perros que jugaban con la escoba que estaba colgada del techo para secarse.
Tatono y Recelo se aburrieron con las explicaciones y miraron los dibujos como quien lee la formula matemática de la interrelación atómica de las bujías de un auto.
O sea movieron la cola y siguieron moviendo la escoba.
Ramón se sintió incomprendido por sus fieles compañeros, pero no desfalleció sino se durmió puteando hasta la escoba.
Muy temprano el cuidador preparó un viejo ataúd que estaba de muleto en un galpón, lo lustró con querosén y lo puso en un tablón con rueditas de rulemanes.
Buscó flores de plástico, que hace mucho nadie reclamaba y colocó en el frente una lápida negra para pintar con tiza y recorrer casa por casa según las circunstancias.
De una franja negra de corona hizo tres moños y se puso el más grande para luego apretarles el cuello a Tatono y Recelo con los restantes, tomándose revancha de la poca intención nocturna.
El servicio de reencuentro a domicilio estaba en marcha y solo faltaban los clientes o deudos que esperaba, fueran acreedores, porque detrás de la idea estaba el negocio.
La familia afectada por la presencia in situ del finado o finada debería aportar alguna moneda para la posterior ubicación en su sepultura original con flores incluidas.
Caso contrario seria amenazada con dejar el féretro en el living.
Ramón enfiló a la casa de la familia Castañeda que perdieron al padre hace seis años y jamás habían venido ni a patear la tumba como era costumbre de muchos.
Los Castañeda eran muy trabajadores y según decían no paraban nunca, aunque los 8 hijos, 23 nietos y 11 bisnietos los contradecían.
Dona Herminda abrió la puerta y se encontró con Ramón, Tatono y Recelo todos de moño y el cajón que olía a querosén brillando bajo la parra de entrada con el nombre de su querido Romualdo en la negra lapida pizarra que ostentaba una cala amarillenta.
La mujer se hechó a llorar desconsoladamente porque el cajón le había aplastado tres malvones y para colmo los perros le habían meado el rosal que cuidaba mas que a su familia.
Luego de las explicaciones del caso y el traslado del cajón al living la confusión fue total y Doña Herminda dejándose caer en un sillón aceptó el trato y se quedó con el ataúd echando a los intrusos sin moverse y arrojándoles a la cabeza viejas fotos del finado que estaban sobre una pequeña mesa.
Ramón sabia que no siempre se gana y pateando a los perros para desquitarse se fue a la cantina de Don Jacobo a seguir quitándose la frustración con vino.
A la noche en la casa de los Castañeda un asado reunió a todos, que también bebieron vino y comieron gustosos, aunque algunos de los chicos dijeron que la carne tenia gusto a querosén.

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