martes, 28 de diciembre de 2010

RIP Pepa


En la España violenta de 1812, en plena guerra por la independencia contra el imperio de Bonaparte, en Cádiz se logró promulgar un 19 de Marzo una Constitución que solo duró 2 años.
El día 19 de Marzo es el día de San José y como toda costumbre familiar se lo conoce también como el día de los "Pepe"
Como la norma era femenina los españoles que reivindicaban el derecho a la autonomía comenzaron a clamar por las leyes con un “viva la Pepa" a modo de grito de batalla.
Pero cuando volvió Fernando VII liberando a España del avance del emperador francés impuso el orden y derogó la Constitución que jamás fue proclamada.
Las décadas posteriores harían que el significado de la frase llegara a nuestro país, como lo hicieron las mas trascendentes costumbres y tradiciones hispánicas, pero haciendo referencia a "toda situación de desbarajuste, despreocupación o excesiva licencia”.
Así entonces que en el imaginario de nuestro ser nacional que ya contaba con el famoso “Yo Argentino” (para dar cuenta de la imparcialidad o la falta de compromiso) se suma el clamor por la eternidad de Pepa.
Por estos tiempos es notable la aplicación de las dos consignas a varios episodios que desde lo familiar, social, dirigencial y hasta personal se extienden como conceptos claves por contagio y persistencia.
Pasaron millones de inmigrantes desde 1812 (mientras en estas tierras todavía reinaba la esclavitud y se pensaba en una independencia que llego 4 años después) y la exaltación a la eternidad de Pepa parece inalterable.
Es tiempo de crear la sociedad de la cordura y reivindicar la aplicación del inexorable paso del tiempo para enterrar a los muertos que gozan de buena salud.
La eternidad de Pepa no existe y por la memoria de Pepe y sus descendientes, es momento de claudicar con el clamor de su permanencia que solo es recuerdo, leyenda y enseñanza inútil.
Desmitificar la constitución de Cádiz es el objetivo que nos permitirá reivindicar las constituciones posteriores.
La vigencia plena de la norma que rige los destinos del país es la única salida para evitar que proliferen los oportunistas del libertinaje, las revueltas y el desorden, que acostumbrados al culto de vivar a Pepa solo instalaron en el patrimonio nefasto del “Yo argentino” ¡que cada uno haga lo que quiera!"
Lo que cada uno debe hacer es precisamente lo que no quiere que le hagan los demás y que todo marche como esta mandado en beneficio a la realidad.y que no viva mas la Pepa (ya bastante tuvo que descanse en paz y tengamos paz)

miércoles, 15 de diciembre de 2010

lo que rio


Pese a tener un fin de año atareado (estoy con obras (no publicas sino privadas) y ando detrás de albañiles, pintores, plomeros y gasistas. "ando detrás" sin ninguna connotación romántica (aunque dicen que los plomeros son los mas rudos), estuve pensando en escribir algunas reflexiones sobre la locura.
Resulta que cada vez (según familia y amigos) me dá por "hacerme el loco". Días atrás comencé mi participación en un tradicional torneo de golf con una nariz de payaso robada a mi hija. Colorada ella; la primera digo; a la nariz me refiero.
Comencé a preguntarme entonces: como sabe alguien si se está haciendo el loco o es loco. ¿Por que los terceros (lo demás digo, no los que siguen al segundo) deberían diferenciar entre un loco y uno que se hace? No es suficiente con que parezca.
¿Si un loco no tiene conciencia de su locura, como sé yo que con la nariz de payaso en el torneo de golf me estaba haciendo el loco y no estoy loco.
Además me invade la duda (la dejo invadir nomás) sobre hechos cotidianos que me impactan y no tengo idea porque lo hacen (como las recetas de los libros de cocina)
Concretamente me refiero a una periodista de la tele que dijo ni bien terminó el partido: "todos tenemos que estar contentos porque Estudiantes fue el mejor de todos".
Me demoré un instante y me di vuelta para mirar el televisor que tenía encendido como compañía mientras intentaba vanamente reparar un secarropas. Tardé solo unos segundos en caer en la cuenta que la noticia no había logrado ponerme contento. Yo no soy hincha de Vélez ni de Gimnasia, pero así y todo no me invadía la euforia.
Ante mi requisitoria, mi esposa me puso la mano en la frente y miró el color de mi lengua sin encontrar nada raro.
No hay caso, me dije, soy un amargado. Volví a mirar la tele y la imagen me lo confirmó: la gente saltaba loca de alegría y revoleaba camisetas como ponchos Soledad Pastoruti.
Y yo nada, ni un poquito. Juro que lo intenté: "vamos Pincha carajo" grité pero sonó poco convincente. Mi señora, se sobresaltó y empezó a mirarme de reojo.
Qué carajo me pasa. En este país de mierda una alegría es una alegría, y yo nada.
Miré otra vez el televisor y la misma periodista terminaba un reportaje con un jugador pelado. “Muchas gracias - le decía - ahora a festejar con tus compañeros" y el tipo, obediente, se mezclaba con el resto del equipo, confirmando las sensatas aseveraciones de la cronista.
Entre la amargura que me inmoviliza y la locura que me moviliza mejor me dedico a seguir detrás de los albañiles que algo saben de una de cal y una de arena. O me acerco al peón de por tradición sigue haciendo el fuego con maderas sobrantes bajo una parrilla nostálgica de carne y hambuguesa.Pero el convenio lo exige aunque prepara sándwiches de queso de chancho y mortadela.Eso si:
mejor me alejo de los periodistas que son como los azulejadores cortan y pegan.