martes, 6 de abril de 2010

Tiovivo es tupido


Una mañana Gauderio se dirigió resuelto al grupo.
Les dijo que debajo de la línea de la pobreza y la indigencia no había más categorías, al menos con vida. El dilema ético sobre pagar la deuda con reservas les era ajeno –agregó. Hace rato que se acabó el fiado y reservas nunca hubo.
- Contigo pan y cebolla es una frase de los tiempos de abundancia.
¡Acá hay que trabajar! – bramó mientras levantaba sus dos brazos al cielo.
- ¡Vade retro Satanás¡ - gritó Peret mientras arrastraba a Chepe de la solapa y emprendía una loca carrera. – Antes que eso prefiero las degradantes dádivas del gobierno de turno- se lo escuchó decir en la diáspora gitana.
- Los que quieran una vida próspera vengan conmigo – insistió Gauderio suplicando con la mirada a la Polaca, menos por amor que por temor a quedarse solo.
La mujer eructó y el aliento a óxido ferroso invadió la sala. Dejó de mala gana el alambre fiambrera que masticaba y se puso de pié dando el presente.
- Vayamos ligeros de equipaje – aconsejó Gauderio como si otra opción fuese posible.
- No debemos mirar atrás – sobreactuó Hanna – Cuesta dejar todo para empezar de nuevo.

En un suburbio de Bahía Blanca se asociaron con Don Cosme Fonseca, un calesitero depresivo, que odiaba a los niños y que como es de esperar estaba quebrado. Los vecinos burlones llamaban al mamotreto El Carrusel de la Angustia. Solo uno de los caballitos de madera estaba en condiciones, aunque cuando subía a menudo lo hacía tan alto que los pequeños golpeaban sus cabecitas en el techo, atascándose en las alturas, para desesperación de los padres. La calesita, impulsada por un motor Ford 1946 solía desquiciarse y los párvulos a causa de la excesiva fuerza centrífuga salían despedidos causando destrozos en los tejados del vecindario.
Gauderio debió convencer a Don Cosme de cambiar los viejos tangos orilleros por música más apropiada.
- No puede ponerle pegamento a la clavija de la sortija – amigo- De vez en cuando hay que regalar una vuelta, no le parece.
El arreglo parecía beneficioso para ambas partes: los tres vivirían en el carromato y la Polaca, además de cocinar, se mostraría amable cuando Don Cosme lo requiriera.
- Qué quiere decir amable- preguntó desconfiada con los brazos en jarra.
Un barullo ensordecedor interrumpió la charla ahorrando a Gauderio una respuesta embarazosa.
La chusma se divertía a costas del viejo cascarrabias que corría delante de un cuzco que le tiraba feroces dentelladas a los tobillos. Tatono había sorprendido a Fonseca cercenando, serrucho en mano, la trompa de un inocente elefantito de madera mientras rumiaba… a mí el elefante Trompita me chupa bien un huevo”.
El can en cuestión, que solía dormir a los pies del pequeño paquidermo, interpretó la agresión como una ofensa a todo el reino animal que debía ser vengada de inmediato.