martes, 25 de agosto de 2009

Si olvidara lo que ayer


En el interior se escuchaban sonidos que desconcertaban a los ocupantes que querían dormir. Los sonidos eran precisamente del interior de los estómagos vacíos y ante el desconcierto el gitano mostró su dureza pegándose los ojos con una línea de brea que colgaba del techo.
Ramón y Gauderio miraban en silencio y dejaron de mirarse porque también cerraron los ojos pero sin utilizar la brea.
Tatono salió afuera seguido por Recelo que no quería perderle pisada ante la posibilidad de que encontrara un hueso.
Pero no estaba en la intención del místico can tratar de calmar su apetito carnal sino todo lo contrario. Guiado por la luna llena llegó hasta un apestoso lugar donde alguna vez existió un basurero.
Desabrochándose el moño lo transformó en una estola para dignificar su tarea de predicar.
Acercándose a varios roedores, que mostraban también mucho apetito, comenzó a elevar una plegaria de recepción. Tal vez por diferencias de códigos o por contradicciones litúrgicas, el perro fue atacado por los miserables y escuálidos herejes.
La intervención de Recelo fue muy exitosa porque ladrando como lobo hambriento, solo le costo lo de lobo, pudo dispersar a los vándalos también hambrientos.
Desde su vapuleada condición Tatono gruño a quienes sostenían la vigencia de la fe de erratas,
Con el paso lento por las mordeduras de los roedores se apoyo en su compañero y emprendió el regreso.
A poco de llegar se paralizaron por una luz que se detuvo frente a la puerta del rancho.
De una vieja camioneta vieron descender una sombra y comprobaron que la luz no era mas que el único farol del vehiculo que funcionaba.
Se acercaron rápidamente temiendo lo peor pero se equivocaron, aun no llegaba lo peor,
En el interior de la habitación la polaca Hanna despertaba a los tiros a los presentes que querían estar ausentes.
Inmediatamente sacudió a Peret que todavía tenia los ojos pegados, mientras miraban Ramón y Gauderio que no habían podido pegarlos por los ruidos de estómagos y gruñidos de ratas.
La mujer se tocó el vientre y dejando a un lado la escopeta le dijo al gitano que venia a casarse para evitar el escarnio de ser madre soltera.
El gitano buscó la escopeta y quiso ponérsela en la boca pero fue interceptado por Tatono que mordió primero la culata y por Recelo que siguió con el banquete de madera que olía a fiambres.
El estupor era total pero lo primero que preguntaron era si traía comida y después como hizo la mujer para dar con ellos.
Hanna saco un trozo de longaniza y dijo que el comisario había sido el informante pero nadie escucho porque la batalla por un pedazo de comida fue atroz.
Tatono quiso bendecir lo que ya estaban deglutiendo pero para después las oraciones para no perder porción.
Hanna se recostó en único sillón y pregunto a los gritos y que nombre le ponemos.
El gitano logro despegarse totalmente los ojos y susurro yo no tengo nada que ver.
A nadie le gusto el nombre y decidieron que mejor seria esperar hasta el nacimiento para saber el santoral.Tatono recupero la sonrisa y bendijo finalmente los restos de la longaniza pensando en el pan que podria venir bajo el brazo de algun gitanito.

jueves, 20 de agosto de 2009

perruno busca lleno de esperanza


La noche fue una larga vigilia.
El gitano propuso jugar a la taba para matar el tiempo pero la partida debió interrumpirse cuando al primer lance Recelo capturó el hueso en el aire y salió disparado hacia las sombras perseguido por Tatono que pretendía compartir la vianda.
El gitano disparó un escopetazo a la perrada vociferando entre sollozos que la pieza, finamente incrustada en oro, estaba confeccionada con el astrágalo del pié de su abuelo, el famoso Pata Negra, de quien él había tomado su nombre.
Ajeno a todo, Gauderio alucinaba después de fumarse un improvisado cigarrillo armado con papel de diario y perejil silvestre, mientras Terranova que extrañaba su trabajo, cavaba un pozo detrás del rancho para despuntar el vicio.
Tatono harto de mordisquear la taba con magros resultados para su estómago se acurrucó sobre un cuero de oveja. Un estentóreo balido y una certera patada le advirtieron que el ovino que habitaba adentro estimaba inapropiada la idea de convertirse en acolchado sin previo consentimiento.
Machucado, y una vez mas rechazado pensó que quizá aún no había comprendido su misión sobre la tierra, la razón de tanto sufrimiento. Su muerte cruel a manos de la polaca, la ascensión a los cielos y su posterior resurrección y vuelta a la vida terrenal eran señales que no podía desconocer. ¡Era el Cristo de los canes, el hijo del Señor ungido para derramar su santo ladrido de cucha en cucha! Lo seguirían sus apóstoles Rintintín, Pluto y el mismísimo Mendieta para llevar la buena nueva hasta convertir al último de los perros circuncisos. Desde el espacio, con un guiño cómplice, Laika le prometería hacerse cargo de la ortodoxia rusa y discutir con Lassie, de mujer a mujer, el mejor modo de acabar con la guerra fría. Haría el milagro de la multiplicación de los fémures y los húmeros. Los evangelios recogerían su parábolas: “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”, “Entre mas conozco a los humanos mas quiero a mi perro”, y a las mentiras de los fariseos respondería “A otro perro con ese hueso”.
Eufórico esperó el amanecer para reunir a todos.
Gauderio lloró como una Magdalena y Recelo prosternado aulló a la luna ignorando que el satélite dejaba su turno con los primeros rayos del sol. El gitano de rodillas le suplicó a Tatono la bendición para toda su familia y una oración que le curara a él una halitosis crónica que en virtud de su escasa estatura se confundía con su habitual olor a patas.
Finalmente habló Terranova, quien solía definirse como un celoso gendarme, custodio de la delgada frontera que divide la noche de las tinieblas. Su gesto era severo.
-Mire Tatono, yo confío en su relato, muerte y resurrección incluidas, pero créame que eso no lo convierte en Mesías. No es que le falten méritos, el asunto es más complejo; tienen que darse circunstancias concurrentes en un momento histórico apropiado. Podría hablarle del subconsciente colectivo y de la permeabilidad de las masas.
¿Sabe cuantos charlatanes vagaban por Palestina invocando mensajes divinos al mismo tiempo que Jesús? Por qué cree que fue el elegido, porque era el verdadero; ¡déjese de macanas, Tatono!
Véalo de este modo. El tipo fue condenado por un gobernador romano, crucificado y subió a los cielos donde está sentado a la diestra de Dios Padre y todo lo demás. ¿No le parece glamoroso?
A usted no lo entregó Judas sino un gitano pata sucia, aquí presente. Su muerte fue en la olla, mezclado con una mula para pasta de embutidos, y por lo que me cuenta la alemana de la fonda no tenía los hábitos higiénicos de Poncio Pilatos.
Quién va a concurrir a un templo a adorar a un chorizo.
Permítame un consejo, déjese de macanas y siga siendo un buen perro que eso no es poca cosa. El arte de vivir – finalizó Terranova- consiste en que hasta los sepultureros lamenten tu muerte.
Tatono lagrimeaba emocionado abrazado por Gauderio.
-¡Viva Perón, carajo¡ gritó el gitano que no había entendido ni media palabra.

martes, 18 de agosto de 2009

Es noche de fango


La noche cerrada permitió que la fuga pasara inadvertida para los pocos habitantes despiertos, algunos borrachos que dormían sobre su brazo y algunos amantes que lo hacían sobre otro brazo que no era el propio.
En la comisaría el que percibió algo extraño era el único preso que quedaba y luego de cebarse un mate salió a la puerta a ver si podía hacer algo, pero como la noche estaba cerrada, esperó hasta que abriera y se hundió en el catre de su celda.
Lo despertó los gritos del comisario y por el rayo de sol que entraba por la ventana serían mas de las 12.Sabia que era hora del mate a la autoridad.
En segundos el mate estaba en las manos del oficial que miraba extrañado como si faltara algo hasta que otro grito despejó las cosas.
"Está frío y lavado" fueron sus palabras, pero enmudeció al ver vacía la celda donde esperaba que alguno de los otros dos hicieran algo mejor con la yerba y la calabaza.
Pero los otros dos, estaban a varias leguas, todavía corriendo, hasta que al bordear una laguna los rulemanes del biplaza derraparon y se desparramaron en el agua barrosa.Terranova puteaba su apellido pero sin la nova y Gauderio se hundía mas en su desesperación por nadar hacia la orilla con 30 centímetros de profundidad.
Recelo y Tatono, rápidos de reflejos se echaron bajo un árbol a descansar.
Ramón recobró pie y puso de pie, a quién supo ser Mendizábal y ahora no sabía donde estaba.
Los embarrados se acercaron a los perros que se alejaron para no ensuciarse y mientras se limpiaban con unas hojas de sauce, Tatono saltó de alegría pero no podía emitir sonido porque un nudo en la garganta se impedía
Ramón le desaflojó el moño y recién el perro pudo ladrarle a Gauderio que lo reconoció y se puso a llorar con lágrimas de emoción y barro.
El reencuentro conmovió a Recelo que se hizo el oso y mostró que estaba receloso con el recién llegado del pantano.
Gauderio no paraba de abrazar a su fiel amigo y después lo hizo con Tatono que también practicaba piruetas con Recelo.
Pasada la recepción los hombres miraron a su alrededor y comprobaron que estaban libres pero perdidos y además eran prófugos que podrían ser encontrados.
La situación era complicada además porque un toro se acercaba inquieto por las piruetas de los perros a quienes confundía con alguna amenaza para sus vacas.
Para evitar malos entendidos el biplaza fue abandonado en el barro y en veloz corrida llegaron en segundos detrás de un alambrado que estaba a 700 metros.
La tarde caía sobre el campo y el campo no la levantaba porque después le caía la noche y el después del día y así sucesivamente.
Gauderio y Terranova vieron bajo una arboleda una casita que dejaba salir de su chimenea una línea de humo.
Se acercaron y gritando "buenas y santas" fueron recibidos con un escopetazo al aire por parte de Peret el gitano que se escondía también de las autoridades y quemaba los restos de sus fechorías para no tener evidencias a la hora de alguna redada.
En la fogata ardían una canasta con cáscaras de zapallo, una lata vacía de porotos, una botella también vacía y unos restos de prendas que parecían de mujer.
Peret no quería huéspedes pero aceptó cuando ofrecieron pagarle los únicos 30 pesos que tenían hasta que recuperaran fuerzas.
Asegurada la vivienda procuraron la comida y salieron a cazar con la escopeta del gitano que seguía quemando una par de broches de la ropa.
Afuera caía la noche y el campo maldecía al gaucho que dijo que "un tropezón no es caída"Los hombres maldecian también porque no había ni una lechuza a la vista,la noche otra vez cerrada.

viernes, 14 de agosto de 2009

El viento los amontona


En el pueblo todos comentaban el suceso y no faltaban las hipótesis disparatadas.
Algunos proclamaban la inocencia del sepulturero, argumentando que la rueda del molino había sido impulsada por el espíritu la difunta como represalia por una permanente defectuosa que le había chamuscado los pelos, horas antes de su tradicional discurso en la Sociedad Filatélica Evangelista.
Otros, por el contrario, apuntaban directamente a Terranova, pero descartando el carácter accidental del acontecimiento. Para estos, el peluquero – conocido levantador de quiniela – había pagado con la amputación de dos dedos a la altura del metacarpo el incumplimiento de una sacra deuda de juego. Según las versiones, cuando el sepulturero acertó el cuarenta y ocho en redoblona, haciendo saltar la banca, Don Esteban desconoció la apuesta argumentando que la Ordenanza de Ética Municipal era taxativa en prohibir a sus empleados utilizar información privilegiada en provecho propio: la relación de Ramón con los muertos –según su defensa- era harto conocida.
En este clima de agitación pública, Gauderio, quien supo ser Mendizábal, llegó al lugar portando su humilde atadito. La presencia del forastero fue tan notoria que la policía, en cumplimiento de las funciones que le son propias por delegación ciudadana lo detuvo de inmediato. Fue así que como por obra de las circunstancias, que algunos llaman casualidad, conoció y compartió la celda que hasta entonces habitaba en soledad Ramón Terranova, de profesión sepulturero. Él le enseñó a sobrevivir en el hostil ambiente carcelario. Aprendió los códigos y el argot de los reclusos, y se hizo hábil en el arte de liar cigarrillos con el yute de la suela de las alpargatas. Cuándo Terranova le habló del canuto, imprescindible para poner el dinero a buen resguardo, pensó que nunca lo lograría. La técnica, conocida como La Gran Papillón, le costó sudor y lágrimas, literalmente hablando, en virtud que el único recipiente disponible en el calabozo era un envase de pelotas de tenis. Fue demasiado tarde cuando advirtió que no tenía ni un solo peso para esconder.
El primer plan evasivo fue analizado con matemática precisión. Cavarían un túnel, en dos turnos de seis horas, lo que les permitiría avanzar treinta centímetros por semana, con lo cual al cabo de dos años y ocho meses llegarían hasta el pozo ciego del excusado que estaba afuera, desde donde escaparían con facilidad escondidos en el depósito del camión atmosférico que llegaba ese día para la descarga semestral.
El proyecto fue cancelado cuando cayeron en la cuenta de que el tiempo necesario excedía largamente las dos semanas de calabozo prometidas.
Pero los dos compañeros de infortunio estaban decididos a fugarse; la idea les provocaba excitación. Cuando supieron que Gauderio iba ser llevado en presencia del comisario para un interrogatorio acordaron llevar adelante el Proyecto Terremoto.
El recluso rechazó los cargos con tanto énfasis, que sus primeras negativas, apoyadas con violentos movimientos de cabeza provocaron el derrumbe del viejo destacamento.
Afuera los esperaba un ataúd biplaza, montado sobre rulemanes y tirado por dos perros, que partió con los evadidos, perdiéndose en la noche.

martes, 11 de agosto de 2009

Aflojando


Terranova estaba casi por meter la cabeza en su apellido ante el fracaso del delibery de cuerpos.
En su segunda incursión había intentado el acuerdo con Pascual Figueroa, un viejo capataz de estancia retirado, que había perdido a su mujer Amalia en un trágico accidente aéreo.
La pobre mujer fue aplastada por la hélice de un viejo molino que estaba sobre la casa de la pareja.
Lo mas cruel fue que Pascual reparó las aspas a martillazos y las clavó en la tumba de la finada con una frase que causaba espanto “que sean las alas que te lleven al cielo”.
Ramón siempre sentía un escalofrío cuando pasaba por la tumba de Doña Amalia tal vez porque daba al portón trasero por donde se colaba un ventarrón que hacia aletear las aspas.
Pero Pascual estaba retirado y no quería regresar fundamentalmente a su casa. Se había retirado a las montañas con un perro pastor, que cortaba el pasto con los dientes para retozar.
Pero la historia la supo de los inquilinos que habitaban la casa del malogrado matrimonio que bien logrado vivían sin depositar una moneda a cambio, por falta de dueño.
Como es natural no quisieron ningún cuerpo y menos de la occisa con temor a algún reclamo del mas allá por parte del alquiler adeudado mas acá.
Cansado de su ideario por unir a familias y muertos y ante la mirada cada vez más incomprendida de Tatono y Recelo, decidió tomar el toro por las astas.
A falta de toro tomo las astas del molino y las revoleó por la calle en señal de desahogo y para no patear a los perros que se ocultaban para mover la cola.
La tragedia estaba a la vuelta de la esquina y Ramón la encontró cuando dobló.
La vieja hélice estaba clavada en la puerta de la peluquería de Don Esteban como estocada asesina.
Esto cada vez peor, dijo Ramón que se acercó a evaluar los daños y comprobó que había sido una desgracia con suerte.
Las aspas estaban intactas pero Don Esteban había perdido dos dedos que estaban justo en el picaporte, que justo iba a abrir, para salir justo, a llamar a su hijo Justo.
Los dedos cercenados estaban en el suelo y no se movían pero si el peluquero que se retorcía de dolor y no tenia los dedos para cerrarlos y pegarle una trompada a Ramón.
Tatono y Recelo actuaron de inmediato ante la parálisis de la víctima y victimario y corrieron a buscar ayuda.
El alboroto atrajo a los vecinos que actuaron también y mejor y al cabo de una hora el único cirujano del pueblo, había logrado con éxito implantar los dedos aunque mordidos por Tatono que los trajo al dispensario.
Terranova sintió alivio ante el trágico suceso, que terminaba bien aunque debió permanecer detenido por dedicidio preterintencional con atenuante de reconstrucción manual.
El comisario lo dejó en el calabozo por dos semanas, porque cebaba mates con espuma, hasta que se dió cuenta que le colocaba unas gotas de detergente a la yerba.
Tatono y Recelo mientras tanto se encargaron de cuidar el cementerio y vaciar el osario.
Don Esteban pintaba en su peluquería sobre la vieja hélice que permanecía clavada en la puerta un cartel de promoción que decía “la mejor mano para el corte”

viernes, 7 de agosto de 2009

Corriendose al interior


Finalmente Gauderio logró vencer el síndrome de abstinencia. El dulce de membrillo y el salame de Colonia Caroya fueron vitales en su tratamiento. Repuesto de su adicción a las hierbas, ahora debía luchar contra la obesidad y el colesterol.
Intentando rehacer su vida hizo un recuento de todo lo que había perdido por el flagelo del tilo y la peperina. El balance arrojó resultados tan magros que estuvo a punto de darse un saque de valeriana y clavo de olor.
Pero su fuerza interior, su criolla rebeldía y su ancestral resistencia, le alejaron los malos pensamientos y se clavó una gruesa rodaja de picado grueso que empujó con medio vaso de tinto. - ¡Seré un artista callejero! –gritó a los cuatro vientos, sin que estos le prestaran la menor atención, ocupados como estaban en generar un fenomenal revuelo de hojas secas.
Después de una semana de entrenamiento a puertas cerradas se dirigió resuelto a ganarse el sustento en la calle. Elegir cuál de ellas fue sencillo, el pueblo tiene una sola.
Su primer acto, un número de malabarismo con alpargatas, no pudo ser justamente valorado ante la ausencia total de paseantes al momento de la ejecución. Minutos mas tarde y por la misma razón debió cancelar el de hipnosis con berenjenas.
Los ojos se le iluminaron cuando vio acercarse un vehículo a lo lejos. Debía poner toda la carne en el asador y apeló a su celebrada caminata por las brasas. Como la arteria carecía de semáforo y la camioneta del Braulio de frenos el resultado no fue el esperado. Las contusiones no fueron tan graves como las quemaduras de los pies que parecían morcillas, mostrando lo inseguro de las técnicas orientales.
-Un pueblo que no valora a sus artistas no merece ser habitado – dijo indignado mientras abandonaba el dispensario donde recibió las primeras atenciones.
Dispuesto a marcharse, juntó sus miserias en un pequeño atadito, echó una última mirada a las paredes desprovistas de recuerdos y enfiló hacia ningún lado silbando una canción triste que creía haberle escuchado a don Antonio Tormo.
Por un rato imaginó que el Tatono iba a su lado con ese tranquito rápido que tienen los perros de patas cortas.
- Adonde va- le preguntó un camionero, aburrido de hacer leguas y leguas sin nadie con quien charlar.
- Adonde usted vaya – le agradeció Gauderio acomodando su equipaje entre las piernas.
Pasada la medianoche el hombre detuvo el camión en un cruce de rutas frente a un local iluminado con lamparitas rojas.
- Venga – le dijo- vamos a descansar un rato. Yo invito la cerveza, lo otro es cuestión suya.
Acodado en la barra, bebiendo a traguitos cortos, se dispuso a esperar al camionero que había desaparecido detrás de un cortinado.
Entonado por el alcohol y como un acto reflejo de tiempos idos, el Gauderio enfocó a una morocha austera de ropas y ensayó un cabezazo que a juzgar por los resultados se mantenía genéticamente intacto, aunque sin la intensidad de otrora.
Las botellas tintinearon en las estanterías y a una flaca de labios como riñones y nariz respingada, se le quebraron los tacos aguja.
- ¡Hola guapo! –saludó la mujer tomándose de Gauderio para no caerse. – Vaya tío, que tu eres el mismo Mendizábal.
El Paco le contó que ahora era Paquita, gracias a un afamado cirujano santiagueño que operaba por canje. En el local – contó el asturiano- era la más codiciada.
- Te dejo guapo, tengo que hacerle un bucal a un tío que tiene toda la pasta. Te bebes otra que yo invito.
De vuelta, el camionero tomaba su segunda cerveza charlando con un amigo que reía a carcajadas. Le contaba que en el pueblo, allí muy cerca, andaba un loco que asustaba a la gente paseando a un finado en un cajón con rueditas, seguido por dos perros de luto.

jueves, 6 de agosto de 2009

Sexo Real


Faltaba la "t", pero el pobre Ramón recién se dio cuenta cuando colocó la lapida en la tierra removida: pensó en hacer una nueva pero la pintura era escasa y tenía dos trabajos más antes que consiguiera una lata nueva.
Como el occiso tenia pocos parientes en el lugar, porque los restantes 7 hermanos Real estaban en Buenos Aires, solo el mayor obviamente llamado primero que era corto de vista y tenia 89 años, venia muy poco al visitar las tumbas de sus seres queridos.
A su lado Tatono y Recelo se disputaban una mandíbula que habían rescatado del osario y no dejaban que Terranova se concentrara en las letras.
Para evitar mas errores el cuidador gritó a los perros y sacó un fémur de bolsillo, que revoleo a 30 metros para que fueran a buscarlo y lo dejaran tranquilo.
Los días eran muy rutinarios y salvo el entierro de alguien importante, no se juntaban más de 20 personas por día en el cementerio.
Ramón, que siempre buscaba un horizonte aunque lo tenia a la vista abriendo el portón de entrada, pensó en la angustiosa relación de los vivos con los muertos. En los que se hacían los vivos y no venían nunca, como en los que se hacían los muertos y tampoco aportaban ni una flor en las tumbas que prolijamente barría con una escoba mojada.
En un original intento por revertir tal situación y tomando en cuenta que muchas veces llamaba a la cantina de Don Jacobo para que le trajeran un poco de vino se le ocurrió hacer el delivery de cuerpos.
Pasó la noche dibujando y pensando, hasta que la idea estuvo terminada y se las mostró a los perros que jugaban con la escoba que estaba colgada del techo para secarse.
Tatono y Recelo se aburrieron con las explicaciones y miraron los dibujos como quien lee la formula matemática de la interrelación atómica de las bujías de un auto.
O sea movieron la cola y siguieron moviendo la escoba.
Ramón se sintió incomprendido por sus fieles compañeros, pero no desfalleció sino se durmió puteando hasta la escoba.
Muy temprano el cuidador preparó un viejo ataúd que estaba de muleto en un galpón, lo lustró con querosén y lo puso en un tablón con rueditas de rulemanes.
Buscó flores de plástico, que hace mucho nadie reclamaba y colocó en el frente una lápida negra para pintar con tiza y recorrer casa por casa según las circunstancias.
De una franja negra de corona hizo tres moños y se puso el más grande para luego apretarles el cuello a Tatono y Recelo con los restantes, tomándose revancha de la poca intención nocturna.
El servicio de reencuentro a domicilio estaba en marcha y solo faltaban los clientes o deudos que esperaba, fueran acreedores, porque detrás de la idea estaba el negocio.
La familia afectada por la presencia in situ del finado o finada debería aportar alguna moneda para la posterior ubicación en su sepultura original con flores incluidas.
Caso contrario seria amenazada con dejar el féretro en el living.
Ramón enfiló a la casa de la familia Castañeda que perdieron al padre hace seis años y jamás habían venido ni a patear la tumba como era costumbre de muchos.
Los Castañeda eran muy trabajadores y según decían no paraban nunca, aunque los 8 hijos, 23 nietos y 11 bisnietos los contradecían.
Dona Herminda abrió la puerta y se encontró con Ramón, Tatono y Recelo todos de moño y el cajón que olía a querosén brillando bajo la parra de entrada con el nombre de su querido Romualdo en la negra lapida pizarra que ostentaba una cala amarillenta.
La mujer se hechó a llorar desconsoladamente porque el cajón le había aplastado tres malvones y para colmo los perros le habían meado el rosal que cuidaba mas que a su familia.
Luego de las explicaciones del caso y el traslado del cajón al living la confusión fue total y Doña Herminda dejándose caer en un sillón aceptó el trato y se quedó con el ataúd echando a los intrusos sin moverse y arrojándoles a la cabeza viejas fotos del finado que estaban sobre una pequeña mesa.
Ramón sabia que no siempre se gana y pateando a los perros para desquitarse se fue a la cantina de Don Jacobo a seguir quitándose la frustración con vino.
A la noche en la casa de los Castañeda un asado reunió a todos, que también bebieron vino y comieron gustosos, aunque algunos de los chicos dijeron que la carne tenia gusto a querosén.

un roto y un descosido


Ajena a los avatares del Tatono doña Hanna recibió una visita inesperada. El gitano venía por los animalitos que le había dejado a su cuidado, ignorando que la robusta cocinera los había convertido en apetitosos bocados.
La polaca, que en ese momento desplumaba una docena de chimangos para elaborar sus famosas codornices en escabeche, le pidió que viniese mas tarde argumentando que el perrito y la mula estaban en lo del veterinario para un chequeo de rutina.
Cuando el hombre volvió por la fonda recibió un nuevo embuste como respuesta. Le dijo que los tenía en penitencia por mala conducta y que no podían recibir visitas. La mula –explicó- siempre me patea en contra y el perro le voltea las ollas de la cocina, y lejos de reconocer su torpeza se hace el boludo, como es propio de la especie.
- Ya que está aquí y para darle sentido a su viaje –señaló doña Hanna – he pensado que bien podría arreglarme las goteras del techo que tantas molestias causan a mi distinguida clientela.
A cambio, después del cierre del establecimiento, lo agasajaría con alguna de sus afamadas exquisiteces.
El gitano debió aclararle que él era zíngaro no zinquero, pero que de todos modos aceptaba el convite.
-Por qué no nos presentamos- dijo galante. Peret, encantado, pero dígame Pata Negra, como mi abuelo.
-Hanna, tanto gusto, para los amigos La Polonesa. Espero que sabrá tocarme tan bien como Chopin- contestó son esa sutileza tan propia de las mujeres de su tierra.
- Mis dedos harán milagros en su teclado voluptuoso- siguió excitado el gitano a punto de abandonar la escalera y pasar a la vía de los hechos.
-Callesé, no ve que me sonrojo, me turbo, me caliento...
El romaní pasó unas horas sobre el techo sin hacer nada. Con la sequía que hay, malo será que llueva antes de la noche – pensó mientras se hurgaba las orejas con la uña del dedo meñique que conservaba larga para tales menesteres.
La polaca, mientras atendía a los últimos comensales entre los vahos de la grasa de cerdo y el aceite recocido, concluyó que el gato de la vecina, que solía venir por los desperdicios, bien pasaría por liebre en las fauces de su invitado.
-¡Al fin solos! Suspiró doña Hanna. –que si bien era gorda y patizamba, carecía de belleza.
- Su guisado es delicioso.-galanteó el gitano mientras se desabrochaba el cinto para aumentar la capacidad estomacal. ¿Usted no va a servirse?
- Estoy a dieta, prefiero unos huevos fritos. Disfrute de su liebre que la carne de felino es un gran afrodisíaco.
Con un estentóreo eructo y unas palmadas en la barriga, Pata Negra dio por terminada la ingesta y abordó sin mas a la polaca que liquidaba con una miga de pan su onceavo huevo frito.
En un rincón de la despensa, sobre un camastro indecente, él le mintió amor eterno correspondido por ella con un fingido placer.
Al amanecer, la polonesa vació escrupulosamente los bolsillos del gitano envuelto en una tormenta de ronquidos. Cuando despertó, creyéndola dormida, se vistió en silencio y abandonó la fonda a hurtadillas. A la pasada se tentó con un jamón que colgaba del techo, y corriendo por el patio se lamentó de no poder volver por la mula y el perrito que seguirían en penitencia.

martes, 4 de agosto de 2009

Carancanfum (giro sin calesita)

Dicen que de noche todos los gatos son pardos, entonces apelando a la caída del sol, en realidad de la noche sobre el día, el famélico Tatono recordó su capacidad para seguir andando y también que el hambre lo tenía paralizado
Esperando en silencio que las primeras luces encandilaran un poco la mirada nublada por el alcohol de los parroquianos, que no iban mucho a la parroquia porque el cura se daba una vuelta por el bar, el can trazó su estrategia.
Esta vez no entraría maullando sino rebuznando como en sus mejores épocas de mula y apelando a la sorpresa se alzaría con una sorpresata que estaba sobre el mostrador.
Así las cosas pero el sonido, ya sea porque había perdido entrenamiento o porque no tenia nada en el estomago, sonó como un cuis apastado bajo las ruedas de un camión.
Evidentemente logró su cometido porque salieron todos a ver el supuesto luctuoso accidente porque era una gran novedad. Los cuises habían emigrado a las sierras cansados de competir con las ruteras y los camiones estaban, a esa hora, con las sucesoras de los roedores.
Fueron segundos de hociquear el trofeo, pegarle un patadón al gato que vigilaba desde la caja y salir por donde había entrado masticando para no perder tiempo.
Rendido Tatono cayó a los pies de un árbol, que estaba descalzo, una tipa, especie andrógena que era muy polémica y escandalosa en la vegetación del lugar.
Los rayos de sol lo despertaron y también la sorpresata que había comido de apuro y ahora lo tenia a las corridas.
En una de esas corridas el perro encontró un lugar que le resultó familiar, era el cementerio del lugar, que se parecía a casi todos los campo santos de otros lugares, que a la vez se parecían entre sí.
La soledad del lugar lo animó y mucho mas lo árboles del fondo donde calmar su indigestión.
Cuando giró para saber donde podría correr en caso de peligro. se encontró con dos canes muy esbeltos. Uno dijo ser cimarrón y el otro cinegro, aunque en realidad se trataba de dos animales británicos que ostentaban el prefijo sir y uno era marrón y el otro negro. En el Reino Unido la tienen clara o tal vez oscura para la denominación perruna.
Evidentemente no se entendieron mucho porque Tatono no ladraba el inglés y los foráneos solo movían la cola.La conversación duro un suspiro y se fueron cuando de lo mas profundo del espíritu criollo, el escuálido can les mordió lo que movían diciendo las Malvinas son argentinas.
El hecho fue observado desde lejos por Ramón Terranova que estaba al cuidado del cementerio desde hacía 20 años y deseaba jubilarse pronto para no quedarse toda la vida en su lugar de trabajo.
Ramón tenía 35 años y le faltaba un poco para lograr el beneficio, pero siempre soñaba con ese momento.
El hombre se acercó con recelo, un perrito juguetón que traía un hueso humano en su boca y lo miró por un largo rato.
Recelo soltó el hueso y Tatono se apodero de la tibia que estaba fría y corroída. Los tres se miraron y comprendieron que nacía una nueva etapa.
Como contracara a pocos metros enterraban a dos paisanos que se habían peleado en un bar apostando por encontrar un cuis aplastado.