martes, 4 de agosto de 2009

Carancanfum (giro sin calesita)

Dicen que de noche todos los gatos son pardos, entonces apelando a la caída del sol, en realidad de la noche sobre el día, el famélico Tatono recordó su capacidad para seguir andando y también que el hambre lo tenía paralizado
Esperando en silencio que las primeras luces encandilaran un poco la mirada nublada por el alcohol de los parroquianos, que no iban mucho a la parroquia porque el cura se daba una vuelta por el bar, el can trazó su estrategia.
Esta vez no entraría maullando sino rebuznando como en sus mejores épocas de mula y apelando a la sorpresa se alzaría con una sorpresata que estaba sobre el mostrador.
Así las cosas pero el sonido, ya sea porque había perdido entrenamiento o porque no tenia nada en el estomago, sonó como un cuis apastado bajo las ruedas de un camión.
Evidentemente logró su cometido porque salieron todos a ver el supuesto luctuoso accidente porque era una gran novedad. Los cuises habían emigrado a las sierras cansados de competir con las ruteras y los camiones estaban, a esa hora, con las sucesoras de los roedores.
Fueron segundos de hociquear el trofeo, pegarle un patadón al gato que vigilaba desde la caja y salir por donde había entrado masticando para no perder tiempo.
Rendido Tatono cayó a los pies de un árbol, que estaba descalzo, una tipa, especie andrógena que era muy polémica y escandalosa en la vegetación del lugar.
Los rayos de sol lo despertaron y también la sorpresata que había comido de apuro y ahora lo tenia a las corridas.
En una de esas corridas el perro encontró un lugar que le resultó familiar, era el cementerio del lugar, que se parecía a casi todos los campo santos de otros lugares, que a la vez se parecían entre sí.
La soledad del lugar lo animó y mucho mas lo árboles del fondo donde calmar su indigestión.
Cuando giró para saber donde podría correr en caso de peligro. se encontró con dos canes muy esbeltos. Uno dijo ser cimarrón y el otro cinegro, aunque en realidad se trataba de dos animales británicos que ostentaban el prefijo sir y uno era marrón y el otro negro. En el Reino Unido la tienen clara o tal vez oscura para la denominación perruna.
Evidentemente no se entendieron mucho porque Tatono no ladraba el inglés y los foráneos solo movían la cola.La conversación duro un suspiro y se fueron cuando de lo mas profundo del espíritu criollo, el escuálido can les mordió lo que movían diciendo las Malvinas son argentinas.
El hecho fue observado desde lejos por Ramón Terranova que estaba al cuidado del cementerio desde hacía 20 años y deseaba jubilarse pronto para no quedarse toda la vida en su lugar de trabajo.
Ramón tenía 35 años y le faltaba un poco para lograr el beneficio, pero siempre soñaba con ese momento.
El hombre se acercó con recelo, un perrito juguetón que traía un hueso humano en su boca y lo miró por un largo rato.
Recelo soltó el hueso y Tatono se apodero de la tibia que estaba fría y corroída. Los tres se miraron y comprendieron que nacía una nueva etapa.
Como contracara a pocos metros enterraban a dos paisanos que se habían peleado en un bar apostando por encontrar un cuis aplastado.

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