jueves, 20 de agosto de 2009

perruno busca lleno de esperanza


La noche fue una larga vigilia.
El gitano propuso jugar a la taba para matar el tiempo pero la partida debió interrumpirse cuando al primer lance Recelo capturó el hueso en el aire y salió disparado hacia las sombras perseguido por Tatono que pretendía compartir la vianda.
El gitano disparó un escopetazo a la perrada vociferando entre sollozos que la pieza, finamente incrustada en oro, estaba confeccionada con el astrágalo del pié de su abuelo, el famoso Pata Negra, de quien él había tomado su nombre.
Ajeno a todo, Gauderio alucinaba después de fumarse un improvisado cigarrillo armado con papel de diario y perejil silvestre, mientras Terranova que extrañaba su trabajo, cavaba un pozo detrás del rancho para despuntar el vicio.
Tatono harto de mordisquear la taba con magros resultados para su estómago se acurrucó sobre un cuero de oveja. Un estentóreo balido y una certera patada le advirtieron que el ovino que habitaba adentro estimaba inapropiada la idea de convertirse en acolchado sin previo consentimiento.
Machucado, y una vez mas rechazado pensó que quizá aún no había comprendido su misión sobre la tierra, la razón de tanto sufrimiento. Su muerte cruel a manos de la polaca, la ascensión a los cielos y su posterior resurrección y vuelta a la vida terrenal eran señales que no podía desconocer. ¡Era el Cristo de los canes, el hijo del Señor ungido para derramar su santo ladrido de cucha en cucha! Lo seguirían sus apóstoles Rintintín, Pluto y el mismísimo Mendieta para llevar la buena nueva hasta convertir al último de los perros circuncisos. Desde el espacio, con un guiño cómplice, Laika le prometería hacerse cargo de la ortodoxia rusa y discutir con Lassie, de mujer a mujer, el mejor modo de acabar con la guerra fría. Haría el milagro de la multiplicación de los fémures y los húmeros. Los evangelios recogerían su parábolas: “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”, “Entre mas conozco a los humanos mas quiero a mi perro”, y a las mentiras de los fariseos respondería “A otro perro con ese hueso”.
Eufórico esperó el amanecer para reunir a todos.
Gauderio lloró como una Magdalena y Recelo prosternado aulló a la luna ignorando que el satélite dejaba su turno con los primeros rayos del sol. El gitano de rodillas le suplicó a Tatono la bendición para toda su familia y una oración que le curara a él una halitosis crónica que en virtud de su escasa estatura se confundía con su habitual olor a patas.
Finalmente habló Terranova, quien solía definirse como un celoso gendarme, custodio de la delgada frontera que divide la noche de las tinieblas. Su gesto era severo.
-Mire Tatono, yo confío en su relato, muerte y resurrección incluidas, pero créame que eso no lo convierte en Mesías. No es que le falten méritos, el asunto es más complejo; tienen que darse circunstancias concurrentes en un momento histórico apropiado. Podría hablarle del subconsciente colectivo y de la permeabilidad de las masas.
¿Sabe cuantos charlatanes vagaban por Palestina invocando mensajes divinos al mismo tiempo que Jesús? Por qué cree que fue el elegido, porque era el verdadero; ¡déjese de macanas, Tatono!
Véalo de este modo. El tipo fue condenado por un gobernador romano, crucificado y subió a los cielos donde está sentado a la diestra de Dios Padre y todo lo demás. ¿No le parece glamoroso?
A usted no lo entregó Judas sino un gitano pata sucia, aquí presente. Su muerte fue en la olla, mezclado con una mula para pasta de embutidos, y por lo que me cuenta la alemana de la fonda no tenía los hábitos higiénicos de Poncio Pilatos.
Quién va a concurrir a un templo a adorar a un chorizo.
Permítame un consejo, déjese de macanas y siga siendo un buen perro que eso no es poca cosa. El arte de vivir – finalizó Terranova- consiste en que hasta los sepultureros lamenten tu muerte.
Tatono lagrimeaba emocionado abrazado por Gauderio.
-¡Viva Perón, carajo¡ gritó el gitano que no había entendido ni media palabra.

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