martes, 22 de septiembre de 2009

Al abordaje (sin agujas de bordar)


La crisis llegaba al sistema de salud,aunque muchos decían que jamás se había ido. Los trabajadores de los servicios sanitarios hacían retención de tareas y como muchos no hacían nada, retenían la comida de los enfermos.
Tatono y Recelo sabían de crisis y se postularon para timonear la situación pero fueron desechados,porque algún delegado suplente dijo con una contundencia feroz,que si bien no eran carneros podrían hacer una perrada.
Ramón, Gauderio y el gitano sabían de problemas y emprendieron la estrategia habitual, se fueron ante el primer tumulto y griterío.
Despechados como almas sin pena,los canes acompañaron en silencio,porque no se justificaban ladridos y los gruñidos abundaban.
La ciudad los recibía con los brazos abiertos y los cerraba inmediatamente por lo cual se sintieron ahogados.
Un barrendero que luchaba con una tapita de cerveza incrustada en la vereda,los miró con curiosidad. El gitano estaba todavía con la bata del hospital que llevaba un tajo atrás y atraía a un grupo de borrachos que vociferaban palabras irreproducibles. Aunque algunos expertos en lingüística señalaron que la mayoría expresaba entre eructos "o mi plata no vale".
El hombre dedicado a limpiar levantó el escobillon en señal de poder y señaló a unos 20 metros una puerta anaranjada como destino único a la desventuras del grupo.
La puerta cedió ante los golpes de Ramón porque estaba podrida por el agua y no tenía bisagras.
En el interior del lugar una mujer que dijo llamarse Edith,dijo que la llamen Beatriz porque el primero de los nombres era solo para ella.
Beatriz era viuda de un almacenero sevillano que al heredar puso una pensión en el fondo del comercio sin vender el ídem.
Así entonces entre galletitas y fiambres colgaban 15 llaves de habitaciones donde también se guardaban bolsas de harina y arroz.
La mujer los recibió con cortesía y les preguntó si querían 100 gramos de queso de chancho o una habitación para los 3 pero no se aceptaban animales.
Los perros mostraron sus dientes y la dueña cortó entonces 100 gramos de fiambre creyendo que era el pedido.
Cuando los desahuciados lograron explicar su presente Beatriz o Edith no tuvo contemplación por el futuro y los echó a la calle aunque la fortuna hizo que cayeran en la vereda y no pasara ningún vehículo que los hiciera volver al hospital que seguía en conflicto pero agravándose.
Sin rumbo fijo Tatono giró sobre sus patas y escuchó una plegaria conocida. En la plaza frente a la estación, un grupo de pastores predicaban sobre el pasto.
El valeroso can se acercó y tomó el megáfono para darle una mordedura creyendo que era comestible, pero al reconocer la tecnología comenzó son su arenga.
Mas de 400 personas se acercaron a escuchar los gruñidos y ladridos que no comprendían pero les resultaba familiar a muchos, que recordaban a suegras esposas y jefes.
Los pastores encontraron una nueva salida a la falta de entradas y convencieron al grupo a seguirlos hasta la sede social y templo, que poseían en las afueras de la ciudad.
El hambre, el cansancio y el aburrimiento hicieron el resto y la iglesia de los pragmáticos apocalípticos reclutaba fieles y no tanto.
En la ruta Hanna subía a su pequeño gitanito en la caja de una vieja camioneta y se colgaba del paragolpès aunque no paraba nada, porque las rodillas de la mujer daban lastima.

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