lunes, 27 de julio de 2009

tu hierba me sabe a hombre


Le tengo noticias.
He sabido del personaje de su último relato.
Vive lejos y ya no es más Mendizábal. De aquel cabeceador infalible no queda ya ni el recuerdo. El hombre la pasó fulera y créame que se le nota.
Le cuento.
Recién llegado a Yacanto, en la provincia de Córdoba buscó una nueva vida, pero le entró torcido. Se juntó con lo peor y al tiempo era piltrafa. Se hizo adicto a las hierbas y una sobredosis de peperina lo sentó de culo. Creían que no salía, pero zafó. La rehabilitación fue un fracaso y volvió a tropezar con la misma piedra que lo tiró de trompa en un lote de manzanilla. La mezclaba con alcanfor y se pegaba unos viajes que lo dejaban en la ruina.
Como la hierba no le alcanzaba le entró duro al aloe vera. Andaba dado vuelta, sobre todo de la cagadera.
En eso, un día apareció el Tatono. El perro lo había rastreado cruzando las Altas Cumbres, fugado de aquel fullero que lo fajaba con el cinto. El pobre Tatono no podía sacarse la costumbre de mover la cola cuando veía el as de espadas.
La llegada del animal le devolvió la vida. Lloró, le pidió perdón y juró que jamás lo dejaría.
Pero le duró poco.
Cuando empezó a traficar, usaba al perro de mula. Hasta que ocurrió una desgracia.
Una vez se desvió de la ruta y por abotonarse una cuzca alzada se le reventó en el estómago una capsula con cien gramos de hojas de tilo. El pobre Tatono durmió una semana y media.
Volvió a llorar y a pedir perdón. Que empezaría de nuevo, que tenía el cabezazo intacto y un montón promesas vanas, que como falopero que era, jamás cumplió.
La cosa se complicó cuando se hizo adicto al Paco, un asturiano lampiño que decía ser coiffeur. Empezó a entrarle para costearse el vicio pero no pudo parar. Era más de lo que el perro fiel podía soportar y lo dejó para siempre.
Cuando la policía allanó la pensión lo encontraron con las manos en la masa. Estaba mezclando polenta con Fernet mientras el Paco en ropa interior y medias caladas hojeaba la revista Caras. Ahí batió todo.
Los diarios la llamaron Operación Cahamai y en la redada cayeron todos los peces gordos del Valle de Punilla.
Nuestro amigo, si me permite llamarlo así, es ahora un testigo de identidad reservada y se hace llamar Gauderio. Se cambió de gorra y se mudó lejos, a tres cuadras. Es que en Yacanto no hay mas lejos.

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