
Emocionante la transformación de Mendizábal en Gauderio pero que las lagrimas no lleguen al río porque el agua tiene sangre de otros episodios donde la violencia dejo una marca roja en el torrente.
Y como dicen agua que no has de beber, transforma al vino en puro, he dedicado muchas horas a la investigación de lo sucedido con Tatono.
Siguiendo la pista que me indicó una cuzquita, jovencita nacida en las alturas peruanas, me informaron que un viejo veterinario se apiadó del can, que luego de dormir una semana, estaba más flaco que lombriz en la Puna.
Los cuidados del facultativo fueron universitarios y luego de unos días el perro alzó la cabeza, luego la cola y finalmente se acordó de la cuzquita (no de la peruana) y quedo alzado un día más
Al tiempo Tatono era el compañero ideal del veterinario, que como no tenía mucho trabajo en Quenumá, se iba a Tres Lomas a encontrar alguna criaturita de Dios y de Fontanarrosa que necesitara cuidados.
Fue así que una tarde encontró una mula con la pata doblada en un viejo galpón y procedió a poner en juego sus conocimientos.
La mula resistió el tacto con una patada frontal, precisamente en la frente del viejo, que cayó fulminado cerca de un balde.
Tatono quedó paralizado por lo sucedido y esperaba lo peor, es decir otra patada, pero el destino quiso que la mula lo mirara cómplice y en silencio, mientras se limpiaba la pata doblada y ensangrentada.
Algo misterioso en el lenguaje animal hizo que los dos se entendieran de inmediato y es claro que el pasado de mula de Tatono fue trascendental.
Bajo el tinglado solían jugar con el balde como cubilete en una partida imaginaria de dados y dado que no sabían jugar, se aburrían como bestias.
Una noche un gitano, que entró para llevarse algo sin saber muy bien que cosa, encontró a los animales durmiendo junto al osario del viejo, casi desaparecido ante las fauces de Tatono que no había perdido el hambre.
El gitano cargo con el perro pero despertó a la mula y tuvo que llevarla también al recibir una patadita intimidatorio que le partió la costilla flotante.
Como era un comerciante nato los cambió en Daireaux por una caja de fósforos y un destornillador.Bebió el whisky con naranja y se fue dejando a los animalitos al cuidado de Doña Hanna una polaca, dueña de una fonda a quien le gustaban mucho los animales.
Según las historias clínicas de un grupo de camioneros atendidos en el dispensario del pueblo la fulminante diarrea fue adjudicada a la picada de fiambres caseros de la polaca.
Unos dicen que habrían perdido la cadena de frío otros que sabían del gusto de doña Hanna se hicieron vegetarianos
Y como dicen agua que no has de beber, transforma al vino en puro, he dedicado muchas horas a la investigación de lo sucedido con Tatono.
Siguiendo la pista que me indicó una cuzquita, jovencita nacida en las alturas peruanas, me informaron que un viejo veterinario se apiadó del can, que luego de dormir una semana, estaba más flaco que lombriz en la Puna.
Los cuidados del facultativo fueron universitarios y luego de unos días el perro alzó la cabeza, luego la cola y finalmente se acordó de la cuzquita (no de la peruana) y quedo alzado un día más
Al tiempo Tatono era el compañero ideal del veterinario, que como no tenía mucho trabajo en Quenumá, se iba a Tres Lomas a encontrar alguna criaturita de Dios y de Fontanarrosa que necesitara cuidados.
Fue así que una tarde encontró una mula con la pata doblada en un viejo galpón y procedió a poner en juego sus conocimientos.
La mula resistió el tacto con una patada frontal, precisamente en la frente del viejo, que cayó fulminado cerca de un balde.
Tatono quedó paralizado por lo sucedido y esperaba lo peor, es decir otra patada, pero el destino quiso que la mula lo mirara cómplice y en silencio, mientras se limpiaba la pata doblada y ensangrentada.
Algo misterioso en el lenguaje animal hizo que los dos se entendieran de inmediato y es claro que el pasado de mula de Tatono fue trascendental.
Bajo el tinglado solían jugar con el balde como cubilete en una partida imaginaria de dados y dado que no sabían jugar, se aburrían como bestias.
Una noche un gitano, que entró para llevarse algo sin saber muy bien que cosa, encontró a los animales durmiendo junto al osario del viejo, casi desaparecido ante las fauces de Tatono que no había perdido el hambre.
El gitano cargo con el perro pero despertó a la mula y tuvo que llevarla también al recibir una patadita intimidatorio que le partió la costilla flotante.
Como era un comerciante nato los cambió en Daireaux por una caja de fósforos y un destornillador.Bebió el whisky con naranja y se fue dejando a los animalitos al cuidado de Doña Hanna una polaca, dueña de una fonda a quien le gustaban mucho los animales.
Según las historias clínicas de un grupo de camioneros atendidos en el dispensario del pueblo la fulminante diarrea fue adjudicada a la picada de fiambres caseros de la polaca.
Unos dicen que habrían perdido la cadena de frío otros que sabían del gusto de doña Hanna se hicieron vegetarianos
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