lunes, 6 de julio de 2009

confesiones


Estimado amigo.
He tomado conciencia de que nuestra correspondencia tiene estado publico. Hubiese preferido no saberlo. No se si las cosas volverán a ser como antes. Tengo algunas cosas que confesarle y confío en que usted, como editor en jefe, sabrá ejercer una sana censura en caso que mi pluma me exponga al ridículo.
Aún no estoy preparado para abordar algunas cuestiones de mi infancia, a saber: mi falta de coordinación en el Antón Pirulero y mi poca fortuna en el juego de la botellita.
No hablaré, por otra parte, aunque quisiera gritarlo a los cuatro vientos, de la primera vez que hice el amor con la Negra Olguita.
Me sentí David derrotando a Goliat, y eso es muy personal.
Se acuerda, amigo mío, de aquel abogado presumido que llegaba todas las noches a buscarla en su auto importado vestido con trajes elegantes. Ella no lo quería pero la situación le sentaba bien. Cuando se iba con él, nos descartaba con la mirada. "Hasta mañana, chicos" decía la hija de puta y se evaporaba como si tuviera derecho a privarnos de esas largas piernas hasta el día siguiente.
Cómo confesar, para que un extraño se entere, que ese enano de entonces, su amigo, solo quería tumbar al gigante de una pedrada.
Cómo confesar, desconociendo el destino de mis palabras, que el gigante nunca fue aquel tipo, del que tengo un recuerdo vago. Goliat era la Negra, guacha de mierda. Que buena estaba.
Como laburè, mi viejo. Cuanta blableta. Cuanto Neruda afanado al pedo. A ella le iba Arjona, lástima que no existía.
Así ha sido mi vida y usted lo sabe. Un cuatro picapiedras, nunca una gambeta florida, nunca un sombrerito. Y bueno amigo, si Natura no da, hay que ir a Salamanca a dedo.
Tenía una bombachita imitación piel de leopardo. Eso creo habérselo contado. Por qué me mira así, ya se que es de mal gusto. A mi también me gusta la ropa interior blanca. Por otra parte yo nunca le dije que tenía fantasías con Cecilia Zuberbuller, mi rollo era con la Negra Olguita, y no se haga el boludo que lo recuerdo mas de una vez mirándole el culo por encima del marco de sus anteojos.
Bueno, aclarados mis principios abramos el debate sobre el cuento de La Buena Pipa.
Un niño, al que se me encomendó entretener por unas horas, introdujo en mi la sospecha de que el inventor del conocido chascarrillo es o fue un perfecto pelotudo.
Después de fracasar en el intento de interesar al pequeño por el Ulises de Joyce y la biografía de Yrigoyen de Félix Luna, sobre los que mostró profunda apatía decidí preguntarle si deseaba que le contara el cuento de La Buena Pipa.
Cuando me contestó "bueno", le dije que yo no le había dicho "bueno" sino que si quería que le contara...
Me harté de repetir la fórmula mientras el maldito solo decía "si", "dale" y "bueno". Creo que se burlaba de mi. No mostraba ansiedad por el cuento inexistente, sino que le divertía tenerme a su merced con solo pronunciar una palabra.
Preferí dejarlo frente al televisor en compañía de unos muñequitos japoneses que se daban de patadas.
Me importa su opinión sobre el particular.Ya le dije que mis experiencias lúdicas infantiles nunca fueron buenas.
Se acuerda de "te llamó José". Yo era el que preguntaba ¿Que José?
Lo saludo con respeto.

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