martes, 20 de octubre de 2009

Tomo y ombligo


Recelo permanecía en un rincón con las patas tapándose las orejas y a la vista de cualquiera parecía que estaba aturdido por los excesos que provocaba la grapa.
Risas sin sentido y frases filosóficas cruzaban el salón como “no somos nada”, “el tamaño no importa”, te morís si comés sandía ahora”, “es mentira lo de los enanos”, y hasta “o mi plata no vale”.
Recelo en realidad ocultaba un auricular que bajaba hasta su panza donde un celular lo mantenía en contacto con Tatono que no entendía nada.
El ruido no lo dejaba descifrar los ladridos de su compañero y además permanecía con una capucha en su cabeza que no le permitía ver que el celular estaba en una mesita a unos veinte metros.
Recelo comprendió que debía utilizar su recurso para salir sin despertar sospechas. Se acercó al primer hombre, que lucia unos zapatos muy brillantes y levantó su pata izquierda arqueando el cuerpo.
Cuando esperaba el consabido patadón hacia la puerta, las risas crecieron y ante su intrascendente acción solo atinó a desahogar sus riñones.
Los zapatos siguieron brillando y el hombre, lejos de sorprenderse se los lustró con la botamanga y arremetió contra una botella que permanecía a medio tomar.
Ante el masivo operativo herradura, donde todos estaban pegados a los vasos, el valeroso can se perdió en la noche.
Se fue para la izquierda pensando que tenia la avenida a unas cuadras pero se encontró con un potrero donde se disputaban un picado, unos muchachotes que habían robado un salame en el almacén de la esquina.
Picado fino vino y algo de pan los entretenía hasta que vieron al perro y comenzaron a arrojarle cascotes en un cruel concurso místico donde gritaban “ el que se sienta pecador arroje la primer piedra”.
Recelo esquivó la bíblica acción con diabólica reacción, mandándolos a encontrarse con sus progenitoras que superaban la trayectoria de Maria Magdalena.
Al cabo de dos horas de andar Recelo llegó a su destino: la intersección de México y Deán Funes que era la clave que pocos podían descifrar y menos después de 14 botellas de vino y 9 de grapa.
En el interior dormían cuatro personas y Tatono no, porque la capucha no lo dejaba respirar con normalidad.
Recelo liberó a su amigo y se despertaron los hombres, que darse cuenta de lo que sucedía se volvieron a dormir.
El plan se desarrollaba según lo previsto por Tatono el auto secuestro en una casa tomada lo haría más popular y podrían extender las filiales de los pragmáticos apocalípticos.
Los bolivianos contratados para hacer de mexicanos eran dúctiles y tenían experiencia en mexicaneadas.
La casa tomada estaba igual que el salón donde Terranova, Gauderio y Peret improvisaban chacareras y ante cada aro aro Chepe arrancaba alguno de las desprevenidas orejas de las mujeres que reían ante las experiencias de Hanna con sus famosas recetas.
El templo permanecía abierto y solo una pareja se estremecía bajo un cartel que rezaba (solo el cartel) ama a tu próximo.

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