martes, 20 de octubre de 2009

fe cunda el panico


La noticia se filtró a los medios que no tardaron en reflejar en sus portadas el secuestro de Tatono.
La Iglesia Electrónica Digital – aclaraban- era una ramificación del poderoso Cártel de Querétaro que utilizaba el tráfico de drogas y armas químicas como fachada para esconder el lucrativo negocio de las religiones. En el Distrito Federal operaban bajo su órbita varias iglesias y sinagogas, y ahora incursionaban en las no tradicionales como La Santa Chingadera de Chihuahua, Las Adoratrices Chichoneras de Chiapas y Los Auténticos Chichipíos de Chichén Itzá, entre las más conocidas. El éxito de Tatono había confirmado entre los mejicanos la fama argentina en el arte de meter el perro.
Quién podía dar cobertura nacional a tamaña organización delictiva. – se preguntaba retóricamente un agudo editorialista. Algún ministro de confesión diaria. – se respondía sin duda alguna.
En tanto en el boliche, entre grapa y grapa se planeaba el rescate con estratagemas tan absurdas que eran festejadas con sonoras risotadas y vueltas de copas invitadas por ocasionales parroquianos. El gitano Peret y Chepe intentaron hacer una colecta argumentando que irían en persona a pagar el rescate, recibiendo como respuesta un carcajeo interminable.
Cuando se abrió la puerta el bar enmudeció. El monstruoso personaje que lideraba el grupo estaba completamente desnudo. Era un fornido moreno, retacón, con los brazos tan largos que rozaban el piso; boca grande y alargada, ojos chatos como lechuza y cejas velludas. La larga barba ocultaba su miembro viril que arrastraba entre quejidos al tomar contacto con colillas de cigarrillo mal apagadas y filosas tapitas de cerveza.
Me llamo Pyragué, mas conocido en Corrientes como El Pombero, y voy a rescatar al cuzquito santo que es de los nuestros.
El sepulturero Terranova, entendido en mitología guaraní, dio un paso adelante y lo examinó de pies a cabeza.
-Cómo puedo estar seguro de que usted es el mítico Pombero, terror de las muchachas del litoral y famoso preñador a distancia.
El mostrenco amagó con desplazar la barba hacia un costado pero Terranova se interpuso protegiendo la sensibilidad de la concurrencia femenina y dando por zanjado el entredicho. La polaca ensayó una protesta pero fue severamente amonestada por el pequeño Chepe quien la llamó gorda trola.
A continuación el visitante presentó a quienes lo acompañaban.
-Ella es Deolinda Correa, la Difunta para los amigos. El petiso del pucho en la boca es el Ekeko, mi hombre de confianza. Las rubias son Mary, Peggy, Betty y Julie, son de New York.
- Y ellas que función cumplen. – preguntó inocentemente Gauderio.
- Oficialmente son las porristas del comando, - dijo El Pombero dando por finalizada la conversación. – Los tendré al tanto.
El esperpento se retiró dando vuelta los pies peludos, avanzando de espaldas hacia la puerta, condición que le permitía en ciertas ocasiones dejar huellas que confundían a sus eventuales perseguidores. Con dos muchachas a cada lado, rodeadas por los hombros con sus largos brazos se fue canturreando un fox trot gardeliano con voz aguardentosa.
-“…dan envidia a las estrellas, yo no se vivir sin ellas”.
Atrás lo seguía el Ekeko, con su eterno cigarrillo a medio fumar y Deolinda Correa quien de buena gana se hubiera tomado una gaseosa bien helada.

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